Venciendo a los miedos y a la depresión

Conectarse con Di-s es el único modo de librarse verdaderamente del miedo. Al reconocer que somos parte integral del plan de Di-s, que nuestra existencia tiene importancia y nuestra participación es vital, podemos librarnos de las dudas que alimentan nuestros miedos. En tanto pongamos el más alto valor en el mundo material, seguiremos presa del miedo y la ansiedad. Seguiremos siendo víctimas de las circunstancias, sometiéndonos a la naturaleza cambiante del materialismo. No tenemos nada que temer salvo Di-s, porque nada es tan real como Di-s. Como dicen los sabios, "Teme a Di-s tanto como temes al hombre" (Talmud, Berajot, 28b). El "temor a Di-s" no es en realidad temor, sino una reverencia y respeto por una presencia más alta en nuestra vida; y un reconocimiento de que Di-s nos elige para cumplir un papel específico en el refinamiento de este mundo. Cuando nos sentimos desalentados o temerosos, contemplemos este punto; cuando temamos no poder manejar un determinado desafío o un problema, pensemos en lo que Di-s quiere de nosotros. Cuando tenemos un solo Di-s y dos mundos, el material y el espiritual, no hay nada que temer.
El problema que parecía tan enorme un momento atrás empieza a parecer eminentemente manejable. Cuando comprendemos que el dinero, el status, y la aceptación no deberían ser las fuerzas primarias que mueven nuestra vida, nuestra confusión empieza a disiparse. Obtenemos confianza del conocimiento de que estamos trabajando lacia un objetivo más alto, y que Di-s no nos pediría que lo hiciéramos si no fuéramos capaces de hacerlo (Midrash Rabá, Bamidbar 12:3). No habrá espacio en nuestra vida para la desesperación y la ansiedad, sólo para el júbilo y la celebración del hecho de que estamos plenamente vivos. Esa confianza se derrama sobre toda nuestra vida. Y cuando hemos aprendido a concentrarnos en las cuestiones reales de la vida, ya no tenemos que preocuparnos por estar a la altura de las normas de quienes nos rodean. Las normas de Di-s son más altas que las del hombre, pero son en realidad más fáciles de cumplir. Mientras que los valores del hombre son efímeros y están en un cambio constante, los valores espirituales son eternos. Cuando nos conectamos con ellos, las cuestiones triviales de la vida ya no nos asustan, así como a un adulto ya no lo asusta la oscuridad. El miedo y la ansiedad dejan de ser fuerzas de distracción o invalidez, y se vuelven desafíos que deben superarse para llevar una vida plena de sentido. La mitad del triunfo en cualquier batalla es comprender al enemigo, y una vez que comprendemos la raíz de nuestros miedos estamos bien avanzados en el camino a dominarlos. Esto no quiere decir que nos libraremos de todo miedo y ansiedad. Son una parte de la vida. Pero deben ser vistos como una señal de que algo está fuera de lugar en nuestra vida, que algo nos está impidiendo realizar nuestros objetivos. Así que cuando nos hagamos conscientes del miedo o la ansiedad, no cedamos a la depresión; en lugar de eso, ataquemos y mejoremos la situación. La depresión no es un pecado, pero lo que hace la depresión ningún pecado puede hacerlo. Hay dos tipos de depresión: una constructiva, y una destructivo. La primera es la desesperación de la humildad, de una persona que no sólo reconoce sus defectos sino que se toma el trabajo de hacer algo con ellos. Es la desesperación de una persona que sufre por sus fallas y las oportunidades perdidas, pero que se niega a hacerse indiferente a sus problemas y a los del mundo. La segunda desesperación es la de una persona que se ha abandonado a sí misma y a su prójimo, que ha permitido que su melancolía le robe la esperanza. La primera desesperación es un trampolín para la mejora personal; la segunda es un pozo sin fondo. ¿Cómo distinguir entre ambas? La primera persona llora, los ojos de la segunda están secos y sin expresión. La mente y el corazón de la primera están en tumulto, la mente y el corazón de la segunda están silenciosos con la apatía y pesados como el plomo. ¿Y qué sucede cuando uno y otro salen de este humor desesperado? El primero pasa a la acción, dando los primeros pasos vacilantes por escapar de la depresión. El segundo sigue paralizado, pues su camino sigue siendo difícil. Para derrotar a la depresión, debemos introducir una perspectiva nueva en nuestro pensamiento. Debemos empezar a reemplazar los pensamientos perturbadores y destructivos por otros constructivos y positivos. Pensemos bien y las cosas saldrán bien. Esto no es un optimismo tonto; es reconocer la bondad aun dentro de una situación aparentemente mala, reconocer que combatir el miedo significa superar un desafío. Liberémonos de la confusión en nuestra vida. Debemos desatar los nudos que nos atan, pero debemos recordar también que sólo podemos desatar un nudo a la vez. No nos desalentemos ante el trabajo; aun la montaña más alta debe treparse paso a paso. Así como la confusión engendra confusión, la claridad engendra claridad, por lo que dar un paso en la dirección positiva significa ganar impulso para recorrer toda la distancia que sea necesaria. Escriban y examinen las cinco prioridades más altas en sus vidas. ¿Son objetivos efímeros, o eternos? ¿El dinero y la posición son más importantes que su familia y que ayudar a otros? Si es así, entonces es comprensible que tengan un gran miedo en su vida. Ustedes saben muy bien que siempre pueden fallar en esos objetivos. Podemos distraernos de nuestro ciclo material poniendo la vista en lo positivo: en nuestros logros, en nuestras capacidades, en la gente que queremos. Mejor aun, compartamos nuestra ansiedad (Talmud, Iomá 75a.) con amigos o miembros de la familia que nos darán apoyo, una mirada nueva y sugerencias positivas. Participemos de proyectos que sean profundamente gratificantes. Muy pronto, nuestra vida estará tan llena de actividad significativa que no habrá tiempo para el miedo y la ansiedad. Por último, introduzcamos a Di-s en nuestra vida. Comprendamos que estarnos aquí con un objetivo que es más grande que todas las más grandes experiencias en la vida. Cuanto más alto pongamos nuestros valores, menos temor tendremos a las ansiedades mundanas que pueden dominar la vida cotidiana. Reconozcamos que Di-s dentro de nosotros protege nuestra alma; aun alguien que ha sido golpeado y maltratado por la vida tiene un alma pura. Debemos recordar que no hay nada que temer en esta tierra, pues Di-s siempre está con nosotros, y siguiendo Sus instrucciones abrimos los canales para Sus bendiciones. No importa lo abrumadores que puedan parecer nuestros miedos, démosle al alma tiempo a hablarnos. En un primer momento, el miedo puede impedirnos oír al alma. Pero seamos pacientes, seamos persistentes. Hay una sola condición: que enfrentemos a nuestros miedos con verdad y sinceridad, pues el miedo y la ansiedad no responden a frases huecas. Imaginemos llegar en un lugar donde el dinero y el poder y la vanidad no tienen valor. Ese lugar es aquí y ahora. No bien miramos al miedo a los ojos, empieza a derrumbarse. Usemos nuestro intelecto para dominar nuestras emociones, y usemos nuestro espíritu para vencer nuestro miedo. Sobre todo, dejemos que la alegría y el entusiasmo, y Di-s, entren en nuestra vida, y que la luz brillante de nuestra alma brille en cada rincón oscuro donde puede florecer el miedo.
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