Januca y el alma

Nuestra alma, el núcleo de nuestro ser, es como una llama. Quiere siempre subir más arriba, salirse de la limitación de la mecha, que simbolizan cuerpo y mundo físico que la mantienen en la Tierra; quiere participar en una inspiración sin límites más allá de la capacidad corporal y volver a su fuente u origen espiritual. Se eleva a alturas extraordinarias, llegando a un clímax de éxtasis que la pone al borde de la ruptura de la contención del cuerpo. Pero en ese mismo momento, el alma baja a la Tierra contra su voluntad. Sabe que el único objetivo es reproducir ese fenómeno aquí en el mundo físicoEn este sentido, lucha por la vida, bailando en la fina línea
entre el deseo de euforia espiritual y la misión de arar una Tierra áspera y seca, haciendo de este mundo un terreno fértil para la revelación DivinaSin aceite, la mecha se quemará rápidamente, consumida por la intensidad de la llama. Es el aceite, el que permite convivir y confluir a las dos tendencias y alimentar la llama mientras está conectada a la mecha. Así, también, el aceite de la Torá, en especial la forma en que está iluminada por las enseñanzas místicas de la Cábala y el jasidismo, proporciona el combustible para la existencia del fuego del alma y le permite cumplir su misión fundamental a mantenerse unida con el cuerpo y ser espiritual dentro de un mundo físico para revelar la verdad, como la existencia está siendo a cada instante recreada por Di-s. Esto simplemente es la llegada del Mashiaj.

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